martes, 26 de marzo de 2019

La importancia de los primeros años de vida



Durante los primeros años de vida los niños necesitan nutrición, protección y estimulación para que su cerebro se desarrolle correctamente.
Los progresos recientes en el campo de la neurociencia aportan nueva información sobre el desarrollo cerebral durante esta etapa de la vida. Gracias a ellos, ahora sabemos que en los primeros 5 años el cerebro de los niños forma nuevas conexiones a una velocidad asombrosa, más de 1 millón cada segundo, un ritmo que nunca más se repite, según el Centro para el Niño en Desarrollo de la Universidad de Harvard. 

Esto se debe a que se produce una maduración acelerada de las funciones más básicas de la persona, especialmente de los cinco sentidos y de las capacidades motrices. Lentamente se irán desarrollando otras capacidades más complejas: la memoria, la atención, el control de las emociones, la lógica, etc. Pero de especial interés para los educadores es conocer el proceso de “mielinización” de las neuronas del niño en esta edad: el aumento de cantidad de mielina, la sustancia recubre las neuronas, que acelera la transmisión de los impulsos. Este proceso es la base de la maduración cerebral. 
Pero durante este proceso también intervienen los genes y las experiencias que viven —concretamente, una buena nutrición, protección y estimulación a través de la comunicación, el juego y la atención receptiva de los cuidadores— que influyen en las conexiones neuronales. Esta combinación de lo innato y lo adquirido establece las bases para el futuro del niño/a.

Así, la trascendencia de lo que se haga o deje de hacer en los cinco primeros años marca para toda la vida.
Por ello me gustaría como maestra, recordar la trascendencia de la educación preventiva y de calidad, para favorecer el desarrollo integral del infante. Se trata de una etapa en la que la dependencia que tiene el niño de la solicitud de sus progenitores y de sus educadores o tutores, les obliga a no aplazar responsabilidades y tramar alianzas de atención y cuidado con los más pequeños.
Sin embargo, demasiados niños y niñas se ven privados de tres elementos esenciales para el desarrollo cerebral: “comer, jugar y querer”. En pocas palabras, no cuidamos del cerebro de los niños de la misma manera en que cuidamos de sus cuerpos.

En los países con bajos ingresos, 250 millones de niños menores de 5 años corren el riesgo de no alcanzar su potencial de desarrollo debido a la pobreza extrema y al retraso del crecimiento. Vemos como los descuidos y la inacción tienen un alto precio y comportan consecuencias a largo plazo para la salud, la felicidad y las capacidades para obtener ingresos cuando estos niños alcanzan la edad adulta. Por otro lado, también contribuyen a perpetuar los ciclos internacionales de pobreza, desigualdad y exclusión social.

Asimismo, y es de gran importancia resaltar que gran parte de la población de muchos países no es consciente de la importancia de los primeros años de vida y no exige políticas, programas ni financiación al respecto.
De su existencia puede depender detectar a tiempo un retraso en el desarrollo del lenguaje de los niños, en la adquisición de vocabulario o en la pronunciación de los fonemas.  

Por eso, abogo por una educación temprana, con programas que apoyen la estimulación, la detección y ayuden a las familias a través de información, formación y modelos de infancia que incluyan medidas para proteger a niños en riesgo.

 “Una intervención adecuada en el momento adecuado puede reforzar el desarrollo, interrumpir ciclos intergeneracionales de desigualdad y brindar a cada niño un comienzo justo en la vida” UNICEF


Vídeo editado por Open Society Foundations y que hemos subtitulado en castellano. En él, a través de las opiniones de expertos en Atención Temprana de reconocido prestigio internacional, se defiende el modelo de una Atención Temprana centrada en la familia.

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