El lenguaje es una capacidad
genética propia de todos los seres humanos, pero para lograr su desarrollo
necesitamos algo más que esta habilidad innata, necesitamos la interacción con
otro. El desarrollo del lenguaje se produce y cobra sentido en la reciprocidad
que implica la comunicación con otros, y es aquí donde padres y educadores
cumplen un rol fundamental.
Por eso la estimulación
temprana de padres y educadores resulta necesaria para que los niños logren su
máximo potencial en esta importante área de desarrollo. Los niños comienzan a incorporar sonidos
desde el nacimiento, especialmente en la relación que establecen con sus
padres, por el vínculo afectivo que se genera durante el cambio de pañales, en
la cercanía con su primer alimento … en este proceso ninguna de estas
actividades se realiza sin establecer algún tipo de conversación, todo lo
contrario, se le habla siempre, con mucho cariño e inicia los primeros juegos
verbales simples y son las entonaciones también las que van incorporando los
niños muy tempranamente”.
Una de las etapas más
importante en el desarrollo del lenguaje infantil es la adquisición de la
conciencia fonológica, la cual se suele trabajar en educación infantil mediante
juegos, repetición e identificación de sílabas y sonidos. Se trata de la
capacidad que tenemos los seres humanos para tomar consciencia de los sonidos
del habla. Bravo (2006) define a la conciencia fonológica como “la toma de
conciencia de los componentes fonéticos del lenguaje oral y el dominio de
diversos procesos que los niños pueden efectuar conscientemente sobre el
lenguaje oral”. A su vez, Villalón (2008) postula que “la conciencia fonológica
es una capacidad metalingüística o de reflexión sobre el lenguaje que se
desarrolla progresivamente durante los primeros años de vida, desde la toma de
conciencia de las unidades más grandes y concretas del habla, las palabras y
sílabas, hasta las más pequeñas y abstractas, que corresponden a los fonemas.”
No cabe duda de que la conciencia fonológica es la responsable del
reconocimiento y manipulación de las unidades fonológicas del lenguaje hablado,
lo que la convierte en una habilidad indispensable para el proceso de
adquisición de la lecto-escritura (Jiménez y Ortiz, 2000 en Bravo, 2002). Esta
habilidad metalingüística posee tres componentes básicos que son el factor
rima, el factor sílaba y el factor fonema, siendo este último el más importante
para el aprendizaje de la lecto-escritura (Hoien, Lundberg, Stanovich &
Bjaalid, 1995 en Bravo 2002).
Es por esa razón que la
conciencia fonológica se considera una habilidad que debe fortalecerse durante
la primera infancia. Esta habilidad les permite a los niños reconocer y usar
los sonidos del lenguaje hablado, identificar palabras, contar el número de
sílabas que la componen, y darse cuenta de los sonidos que se repiten en
diversas palabras; todo esto permitirá que los niños se enfrenten de manera
exitosa al proceso de lectura y escritura en la etapa inicial.
Por ello la observación
temprana del lenguaje, es una herramienta fundamental para cualquier educador
inicial, para poder potenciar el lenguaje en sus diferentes campos lingüísticos
y de acuerdo con el perfil esperado para su edad. Una de las formas de evaluar
el lenguaje a temprana edad, es a través de escalas e índices que miden el
promedio de longitud de los enunciados. Ahora, eso es importante, más que para
saber cuántas palabras tienen, importa la calidad del enunciado, qué tipo de
palabras usa y cómo las usa.
El buen desarrollo de la
conciencia fonológica y del desarrollo del lenguaje es fundamental, pues
predice a los buenos lectores y escritores. De esta manera, no se puede leer y
escribir si no se desarrolla de manera correcta la conciencia fonológica.
Si como a mí os ha interesado
el tema, quedaros por aquí y suscribiros, próximamente se realizarán entradas
para trabajar la conciencia fonológica.